Archivo | febrero 2, 2011

Almendras fritas

– Una vez partidas las almendras, se escaldan para quitarles la piel fácilmente.

–  En una sartén con bastante aceite (muy limpio) se echan las almendras y se van friendo a fuego lento cuidando muy bien que no se quemen, ni se oscurezcan demasiado.

– Cuando ya están doradas ( mejor no pasarse ya que una vez fuera del aceite todavía se siguen friendo durante un rato), las almendras se sacan a unas servilletas de papel colocadas en un plato para que absorban el aceite sobrante,

– A continuación se colocan en el plato definitivo sin papel y se espolvorean con sal.

– Ideal como aperitivo, con un martini o una cerveza bien fría.

Los almendros han formado parte del paisaje mediterráneo desde que los fenicios trajeron las primeras almendras junto con los primeros dátiles, ambos procedentes de Asia.

Pero también se encuentran en las zonas de secano del interior del sureste de Murcia, siendo junto con el olivo, los dos árboles cultivados que  más abundan.

Yo tengo de las tres variedades: marconas( redondas, grandes y dulces), desmayo(alargadas y picudas) y mollares(con la cáscara blanda, fácil de partir), y las uso para infinidad de recetas: en asados al horno, en repostería (casi todos los dulces típicos de la zona tienen almendra como ingrediente imprescindible), para hacer horchata, saladas en aperitivo……

Su valor nutritivo es alto, y podemos considerarlas  como superalimentos, por las proteínas, grasas insaturadas,  minerales y  vitaminas que contienen, sobre todo vitamina E, aunque también, A, B1 y B2. Una ración de almendras de 30g aporta el 50% de la cantidad diaria recomendada de Vitamina E.

‘Estos árboles impacientes, ligeros, frágiles, exquisitos, dejan una espiritualidad, una melancolía sutil en el paisaje, y traen a nuestra alma la inquietud que inspiran algunos niños delgaditos, pálidos, de mirada honda y luminosa, que hacen temer más la muerte’

¿Por qué florecen estos árboles tan temprano? ¿No parece que voluntariamente se ofrezcan al sacrificio, que quieran consolar al hombre enseñándole que han de quemarse y deshojarse muchas ansias antes de que cuaje la deliciosa fruta del alcanzado bien?…’

Gabriel Miró en su ‘libro de Sigüenza’ (1917)